Tecnología y conocimiento: nuevos paradigmas en el manejo de plagas en soja.

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En el marco de la 4ª edición del Seminario de ACSOJA, la primera disertación abordó el manejo sustentable de plagas de la soja. Ingenieros agrónomos de empresas desarrolladoras de insumos agropecuarios, dieron a conocer las últimas novedades. La nanotecnología y la aplicación selectiva de los químicos son algunas de las apuestas de la ciencia al cuidado ambiental.

“Hoy los insecticidas tienen un rango mucho más amigable con el medioambiente y lo importante es manejarlos para evitar impactos negativos”, afirmó el ingeniero agrónomo del INTA Oliveros Juan Carlos Gamundi al introducir el panel “Manejo sustentable de las plagas de soja ¿Cuál es el camino? del Seminario ACSOJA 201. Las ponencias estuvieron a cargo de especialistas de distintas empresas desarrolladoras de insumos agropecuarios que coincidieron en una utilización racional de los recursos basados en la identificación de las plagas y en el desarrollo de nuevos modos de acción. Según Gamundi, la integración del manejo sustentable de plagas en los cultivos genera nuevos conceptos de umbrales multi-especie. Las plagas y los cultivos –explicó- deben ser manejadas en su conjunto, ya que con el incremento del nivel de complejidad aparecen nuevos costos sociales y ambientales. Tras señalar la falta de información que existe sobre el manejo de plagas e integración de distintas estrategias de control como malezas y enfermedades en el ámbito de la agroecología, sentenció: “Creer que la aplicación de un herbicida no afecta o lo hace en menor medida de toxicidad, es un concepto errado. Simplemente con que exista deriva en el borde de un campo cambia la proporción de enemigos naturales en los lotes”. Gamundi precisó que hoy contamos con el doble de pagas respecto a la década del 70, ya que actualmente se ejerce control sobre 10 variedades distintas. Asimismo, destacó que en el área pampeana las pérdidas por la falta de un control eficiente de las mismas han llegado a ser del 50 %. “Los niveles de integración hoy expresan un control químico en el caso de los insectos, biológico, de resistencia y cultural, de la misma manera se tratan las malezas, patógenos y vertebrados. En el control de patógenos, la utilización de algunos fungicidas afecta a una serie de controladores naturales principalmente lepidópteros y hongos, que son una herramienta de control”, precisó. Gamundi consideró que “la integración de esta serie de interrelaciones en el manejo permitiría alcanzar un nivel de comunidades y esto llevaría a trabajar en conjunto las plagas del cultivo de soja”. Y agregó: “Una aplicación mal echa o una utilización de insecticidas afectando a los enemigos naturales, es traducida en un desequilibrio que más tarde genera un problema de plagas mayor”. Según planteó, es necesario ampliar la agricultura sustentable en el  área geográfica de trabajo y según la escala agrícola ya que, de lo contrario, se seguirá con la lógica de “una plaga, un producto”. Volviendo a la década del ´70, Gamundi apuntó que entonces existían muy pocas plagas – defoliadores, chiches, barrenador del brote y en los años muy secos algo de barrenador del tallo – que se combatían con insecticidas de amplio espectro y de toxicidad elevada. “Esto ha cambiado y actualmente se manejan productos totalmente distintos en relación ambiental pero de igual manera el problema de plagas, lejos de desaparecer, fue incrementándose de la mano de las nuevas prácticas agrícolas. “Con la siembra directa fue necesario utilizar nuevos métodos de muestreo y un cambio de umbrales que niveló hacia abajo e implicó más aplicación y más impacto ambiental”, explicó. Esto –según destacó- derivo a que actualmente el problema de las plagas sea grave y como consecuencia, se haga un uso mayor intervenciones químicas. “Dependemos de la utilización de nuevas estrategias, donde el factor humano tiene mucha importancia para redirigir el enfoque para integrar cultivos de cobertura y otros caminos relacionados a la agroecología”, concluyó.

Gerónimo Radi, ingeniero agrónomo de la empresa Bayer, enumeró algunas de las plagas de la soja (picudos, cortaderas, o barrenadores de tallos, entre otros) y las ubicó en las zonas del país donde representan una problemática considerable para el productor. Así, habló de la migración a otros sectores de especies como la cortadera y los estragos que está causando algunas otras, como la spodoptera (oruga). Ante eso, afirmó que el tratamiento de semillas es una solución, al igual que la soja BT. No obstante, aseguró que es necesario ir hacia una aplicación selectiva que destierre el uso de insecticidas de amplio espectro. En ese sentido, comentó que desde Bayer trabajan en el tratamiento de semillas según la problemática, más específica. El ingeniero puso de relieve el esfuerzo que implica avanzar en el desarrollo de modos de acción y lo difícil que resulta generar una nueva molécula. “El tiempo entre que se descubre una, hasta que llega al mercado es de aproximadamente 10 años y el costo ronde entre los 200 y 300 millones de euros”, dijo.

Con una óptica similar, su colega Carlos Vasallo, de la firma Dow, se refirió a los desafíos de las compañías destinadas a la investigación y el desarrollo de productos y tecnologías que aseguren un balance entre las necesidades del consumidor y la preservación del medio ambiente. “Es indispensable minimizar el impacto ambiental durante todo el ciclo de un producto: manufactura, empaque, transporte; y apoyar los esfuerzos de la industria para promover y mejorar las buenas prácticas agrícolas”, dijo, y sobre este último punto remarcó que es importante conocer los grupos químicos.

“De acá a 10 años no va a haber nuevos eventos tecnológicos, no va a haber otro BT”, sentenció. Tras eso explicó que hay desfoliadoras que son controladas por las BT pero hay otras que no, como el caso de los picudos. “Las chinches y desfoliadoras seguirán siendo problemas, y aunque no lo es actualmente, la mosca blanca se perfila como un flagelo en Brasil y Bolivia con un nivel de infestación muy importante, por lo que estamos reforzando el control en las provincias fronterizas”, alertó.

Vasallo estimó que los insecticidas residuales y selectivos son los que terminarán dominando el mercado. “Descubrir y desarrollar moléculas es un desafío. Hubo un cambio en el perfil de usos de productos y hacia eso evoluciona el mercado. La calidad de aplicación es el cuello de botella para el control de insectos en general. Las sojas se siembran cada vez más cerradas, y las plagas emergentes son las que se esconden. Hay que mejorar la tecnología de aplicación para controlar a estas especies”, finalizó.

Desde Syngenta, el ingeniero Agrónomo Javier Vázquez puso el foco en la importancia de monitorear todo el proceso de cultivo de soja con especial cuidado en la implantación y la etapa final, que son las vulnerables al ataque de plagas. En el caso de la implantación consideró que es esencial ser criteriosos sobre dónde poner la semilla y cómo protegerla, para lo cual se hace necesario conocer las plagas del cultivo y de las tecnologías disponibles para optimizar recursos y asegurar el rendimiento. “No deberíamos usar una mayor cantidad de semilla por aumento de plagas. Las semillas tienen mucho valor, tienen mucho trabajo detrás. La solución es usar la misma cantidad con buen poder germinativo”, aseguró.

Antonio Cavaglia, ingeniero agrónomo de Red Surcos, expuso sobre el descubrimiento de ingredientes activos en los últimos años. “Hay muchas ineficiencias en el proceso de aplicación hasta que el ingrediente entra en el punto de acción”, advirtió, y explicó que desde Red Surcos trabajan para evitar algunas pérdidas que se producen en todo el proceso mediante la aplicación de la nanotecnología. El llevar la materia a un tamaño 1 millón de veces menor que un milímetro, ésta presenta propiedades físicas y químicas únicas. En el caso de los ingredientes activos, esto se traduce en más penetración y la actuación en superficie específica. Además de bajar la volatilidad y el riesgo de deriva, esta nueva cualidad evita pérdidas físicas y químicas y son más seguros para el usuario; su medioambiente.

El cierre del panel estuvo a cargo de Federico Elorza, de la Comisión de Acción de Resistencias a los Insecticidas (IRAC). Su ponencia tuvo como eje la forma en que se originan las resistencias de insectos al modo de acción que aplica el productor y promovió el manejo integral de las plagas (MIP), el monitoreo y el conocimiento de los umbrales. Elorza explicó que desde el comité internacional que integra, viene trabajando desde hace 2 años en la promoción del uso responsable de los insecticidas para “retrasar la aparición de resistencias”. Aunque reconoció que las resistencias son inevitables, afirmó que trabajando en forma responsable se puede demorar, tal es el caso de las aplicaciones preventivas. “Es importante la rotación de los modos de acción. Cada proceso activo trabaja como si fuera una llave y una cerradura en un punto específico de un organismo. Si aplico siempre ese principio activo cambia el cerrojo y esa llave no funciona más”, ejemplificó. Tras eso, dijo que desde IRAC capacitan a productores para promover junto al INTA y otros organismos “un cambio de cultura en la aplicación de productos”. “No solo queremos que el productor adquiera esas estrategias, sino también unificar criterios ante la resistencia de las plagas. Eso requiere un rol más activo del productor, casi como volver a la vieja agronomía. Hay que bajarse de la camioneta y entrar al cultivo, revisarlos, seleccionar insectos, estar encima del lote”, concluyó.

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